lunes, 14 de marzo de 2011

De la Plaza Tahrir a la calle de la Libertad

Danza, espiritualidad y lucha se mezclan en la figura de Fathy Andrawis, un bailarín y coreógrafo egipcio que llegó a Madrid buscando la paz

 Yasmina junto a su madre Techi León en la academia El Karnak

ADRIÁN DELGADO| Existe en Madrid un lugar que esconde tras su número siete la vida de un hombre que atravesó las barreras de Egipto buscando la libertad. En un momento en el que las revoluciones del mundo árabe están en boca de todos, cabría pensar que se trata de una de las muchas personas que han luchado en la Plaza Tahrir, pero su historia se remonta casi tres décadas en el tiempo. «Libertad» se llama la calle en la que se ubica hoy su legado, su familia y su pasión: la danza oriental. Fathy Andrawis fue un hombre culto y místico, muy adelantado a su tiempo, que salió de su tierra en un éxodo hacia la inspiración y la paz huyendo de las cadenas que le impedían desarrollar su arte.
 
          Agobiado por tener que justificar su actividad, encontró la tranquilidad en España hace treinta años y fundó en Madrid El Karnak, la primera academia de danza oriental en 1995. En Egipto nunca fue popular por ser cristiano copto. Heredó a través de la tradición oral toda la sabiduría faraónica de sus antepasado que, tras su muerte hace doce años, fue recogida por su hija Yasmina y por Techi, su mujer. Sus vidas, profundamente unidas entre sí, forman una familia al margen de convencionalismos y fronteras, con una proyección casi universal. Actualmente y fruto de las revoluciones que están teniendo lugar en el mundo árabe, su caso es una fuente de esperanza para sus amigos y sus familiares en El Cairo.
 
          Fathy Andrawis nació casualmente en Sudán - aunque su nacionalidad siempre fue egipcia- mientras su padre trabajaba para una compañía inglesa en la construcción del ferrocarril. Recibió de su madre una educación francesa que según su mujer le hizo ser curioso y abrir su mente a otras realidades. Viajó por medio mundo exhibiendo en teatros y palacios la danza oriental con un rigor propio de un ritual sagrado. El siempre quiso que la mujer lograra tener confianza y seguridad en si misma gracias al baile: «La mujer debe bailar como una "reina" y no como una esclava del sexo»,escribió en sus memorias. Encontró el amor en una paraguaya llamada Techi León y juntos engendraron a Yasmina, que nació en España. La visión del árbol genealógico de esta familia presenta un crisol de culturas que pasa por tres continentes distintos: África, América y Europa.


Una huida hacia adelante 
 
«Abandonar la tierra que le vio crecer fue un trago amargo que Fathy siempre tuvo en la garganta. Amaba profundamente a Egipto pero tenía una mente universal», explica su hija. Considerado como Excelencia artística por el estado egipcio, fue director del Grupo Folclórico Nacional y Consejero del Instituto Superior de Danza entre otros muchos cargos, pero su condición de cristiano copto supuso una barrera insalvable para subir más en el escalafón de la danza y desarrollar su arte libremente. Ahora que muchos celebran el triunfo de la revolución de la plaza de Tahrir su mujer recuerda sus palabras: «El tiempo va en nuestra contra».

Yasmina tiene treinta y dos años. Se siente más española que egipcia y no tiene añoranza por la tierra de su padre. Fue nombrada por él como heredera de su academia y de sus funciones como maestro minutos antes de morir. «Nunca he vivido en Egipto, sólo he estado allí de vacaciones», afirma. Culturalmente se encuentra en sintonía con la idiosincrasia egipcia. Es cristiana copta, como su padre, por el que además de tener un profundo respeto siente una gran admiración. De él dice haber aprendido a bailar contando historias, mostrando la belleza y el respeto hacia el ser humano. En parte Yasmina explica que su padre huyó hacia adelante porque los valores culturales y morales en Egipto se habían politizado y, por ende, tergiversado desde los setenta. Y su madre matiza: «Aun así Egipto es para nosotras el país de referencia en el mundo árabe. Su pueblo se siente orgulloso de su historia y de su cultura, pero a la vez existen ciertos condicionamientos que impiden que las cosas se desarrollen de una forma natural. La danza sólo es un ejemplo. El tema es más complicado de lo que parece a los ojos de occidente».

Internet es el futuro
A pesar de no añorar la tierra de su padre,
Yasmina se alegra del triunfo de la revolución
y afirma: «Internet y los jóvenes son muy 
importantes para la democracia en Egipto»

          Fathy sintió «zancadilleados», como muchos de sus compatriotas, algunos de sus sueños, pero nunca guardó rencor hacia aquellos que en un momento determinado le impidieron cumplirlos. Yasmina cuenta que su padre amaba al ser humano por encima de todo y que nunca usó la religión como un argumento para querer a nadie. «Fathy apreciaba a sus “hermanos musulmanes” tanto como ellos a él. Los problemas religiosos allí se mueven en unas esferas muy distintas a la “intimidad” del barrio, de la calle, de la familia. Sólo el radicalismo enturbió la paz en Egipto», explica su mujer.

Danza y libertad
«Egipto debe ser cauteloso en sus pasos hacia
su futuro democrático, como una bailarina», afirma
Techi recordando las palabras de su marido
Fathy Andrawis
 
          Egipto vive hoy un momento en el que la lucha, el éxito y la alegría se unen a la esperanza por vivir un tiempo mejor que el pasado. Ahora en Madrid, a cuatro mil kilómetros de la plaza de Tahrir, se recuerda la historia de uno de sus hombres. «Él hubiera dicho que ahora hay que entrenar duro para no olvidar que antes de ser una “reina” de la danza del vientre se es una aprendiz. Egipto debe ser cauteloso en sus pasos hacia su futuro democrático, como una bailarina», explica Techi. Su mujer y su hija coinciden en que Fathy siempre explicaba todo usando la danza como una metáfora de algo, que casualmente, lleva el mismo nombre que la calle en la que se encuentra su legado: «Libertad».

Pasado
Techi León mantiene vivo el aspecto luchador de su marido Fathy Andrawis en la academia El Karnak. Su peculiar concepción de la danza del vientre como un ejercicio de libertad y espiritualidad ha sido transmitido a su hija Yasmina Andrawis. Tras la muerte de Fathy ésta heredó la responsabilidad de dirigir artísticamente la academia.

Presente
Yasmina Andrawis tomó las riendas de la academia cuando sólo tenia veinte años. En ella se hace realidad el cambio generacional. Su origen es muy exótico y pasa por tres continentes: su padre era egipcio, su madre paraguaya y ella es española. Afirma no formar parte del mundo árabe aunque se siente profundamente ligado a él culturalmente.

Futuro
Yasmina Andrawis tiene un hijo de dos años al que su abuela Techi se refiere como «el pequeño heredero de todo». Es la última pieza de un crisol cultural dentro de una familia poco convencional.
 

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