lunes, 31 de enero de 2011

El tiempo de Mubarak se ha agotado para los egipcios

Los manifestantes reclaman la creación de un gobierno de coalición y una nueva constitución

Algunos manifestantes rompen un cartel con la foto de Mubarak 

ADRIAN DELGADO | La revolución iniciada el martes 25 de enero ha concentrado el hartazgo acumulado por los ciudadanos ante un régimen incapaz de atender las necesidades sociales de un país sumido en el caos político y económico. Miles de egipcios han roto su silencio. Mhamoud es uno de ellos. El 28 de noviembre del año pasado sus esperanzas de cambio se diluyeron en unas elecciones (bajo sufragio obligatorio) más que polémicas. Hace tan solo unos meses decía, no sin cierto temor a ser escuchado: «A ver si de una vez por todas “nuestro querido” presidente Mubarak se va». Mhamoud tiene 43 años y es egiptólogo. Es musulmán, está divorciado y tiene una hija pequeña a la que se ha visto obligado a llevar a una escuela privada ante la deficitaria educación pública egipcia (33,1% de analfabetismo). Siempre ha estado en contra de cualquier tipo de radicalismo y su grado de indignación contra Mubarak no ha parado de crecer desde que tomó el poder en 1981.

Mhamoud acudirá hoy a la gran protesta organizada por los opositores de Mubarak: «La marcha del millón de personas». La oposición liderada por El Baradei, premio nobel de la Paz, quiere demostrar su fuerza y volverá a llenar las calles de El Cairo para pedir una nueva constitución y un gobierno de coalición. La gente está esperanzada ante su llegada y la pérdida relativa de apoyos internacionales que está  sufriendo Mubarak.  Reciben las últimas noticias con cuenta gotas pero la gente sabe que Alemania y EE.UU, socios con alto interés geoestratégico en la zona, han solicitado una transición ordenada. Un orden que Egipto no tiene desde hace años.

Nada se rige por ningún tipo de patrón: ni la política, ni la economía ni las necesidades sociales. El desempleo afecta al 9% de la población y el 90% de los jóvenes nunca ha tenido un empleo estable. Egipto está anclado en el caos de la corrupción política y de las regalías de Mubarak a su familia. Hace unos años cedió a su hermano islas en el Nilo para que construyera hoteles y viviendas que  aún están sin acabar.

Mubarak siempre ha tratado de combinar el poder con el equilibrio de fuerzas. Un ejemplo se encuentra en la reforma constitucional de 2005 que permitió que se presentaran partidos opositores a las elecciones por primera vez desde que tomó el cargo en 1981. Sus opositores siempre se han quejado de que llegó en unas condiciones muy particulares. Sin el refrendo de la población tomó las riendas del país de forma automática en 1981 cuando el presidente Anwar el Sadat fue asesinado por musulmanes radicales por haber firmado un acuerdo de paz con Israel.

La mano dura de Mubarak contra el comunismo y el islamismo radical supuso la llave del acercamiento a occidente encontrando en EE.UU su principal  apoyo económico, armamentístico y financiero. Sin olvidar que Egipto es el único aliado árabe de Israel  junto a Jordania.

La voz de los egipcios
«A ver si de una vez por todas
“nuestro querido” presidente Mubarak se va»

Mhamoud se lamenta de que nadie «venga a ver el Egipto actual porque nadie es consciente de la realidad social de mi país». Los grandes hoteles y las grandes obras públicas no son un buen indicativo para medir el desarrollo real de Egipto. Su crecimiento desordenado le llevó a acometer reformas para atraer las inversiones extranjeras. Su inflación se sitúa hoy en el 12% y su sociedad vive bajo dos velocidades muy diferenciadas. Un ejemplo: frente a la ostentosidad de uno de los centros comerciales más grandes del mundo, El Stars Center de El Cairo (750.000 metros cuadrados, 7 plantas, 6.000 plazas de aparcamiento), se encuentra la pobreza inmediata de las calles sucias y destrozadas de sus alrededores.

Amnistía Internacional lleva denunciando desde hace años la ausencia de derechos humanos. Varias comisiones de la ONU y de Freedom House lo han certificado, sin embargo la explotación infantil en las fábricas de alfombras, los miles de desplazados de las «zonas inseguras» que cada año se quedan sin hogar, los periodistas y ciudadanos censurados, los homosexuales castigados, las minorías religiosas discriminadas o los represaliados políticos siguen estando a la orden del día.

Las libertades de expresión, reunión y participación no son más que una quimera. El jueves 27 el presidente ordenó el apagón de Internet(la gente se comunica con el exterior gracias a las conexiones furtivas a French Data Network, el único proveedor de Internet actualmente), el cierre de cientos de blogs ciudadanos y de la cadena de televisión «Al Yasira».

El papel clave del Ejército

Es el único capaz de decidir el destino de Egipto. Nadie confía desde hace años en la policía. La mayoría del Ejército ha considerado legítimas las reclamaciones de la población.Mhamoud cree que su posición es cada vez más afín a la revolución. Los militares han decidido no usar la violencia ante el salto sistemático de los toques de queda impuesto por Mubarak.

Egipto vive momentos de crisis. El cambio espera ansiosola salida Mubarak en la Plaza de Tahrir (de la Liberación). Toda su familia ya ha huido a Londres. No obstante, Mhamoud recuerda que esta crisis siempre ha estado latente, como la pobreza y el hambre. El aumento continuado de los precios de los alimentos junto al temor de los más críticos a que Mubarak estuviera preprando a su hijo Gamal para la sucesión,creando una dinastía de gobernantes, dispararon definitivamente una revolución  que se dirimirá en los próximos días.El tiempo de Mubarak se ha agotado para los egipcios.

martes, 25 de enero de 2011

«Orsai» o cómo experimentar con los sueños y las cosas «chiquitas»

 Hernan Casciari acaba de crear su nueva revista, una nueva concepción editorial del siglo XXI



A Hernan Casciari siempre le ha gustado el olor del pan y de la tinta, las cosas «chiquitas» y los sueños. «Orsai» ha nacido bajo la influencia de los detalles más intimos de este escritor y editor argentino. En el prólogo del primer número juega con el lector invitándole a vivir una momento único al oler la tinta aún fresca de las páginas de uno de los 10.080 ejemplares de esta aventura editorial a la que ha dedicado los últimos tres meses y medio de su vida. Un tiempo escaso pero suficiente para montar un experimento que responde únicamente a sus caprichos y a los de su amigo Chiri Basilis: «No vamos a estar supeditados a los gustos de la gente, al menos durante este 2011», afirma.

Una buena muestra de su carácter emprendedor está en el hecho de que a los 13 años comenzara a trabajar en el periódico de Mercedes, su ciudad natal, escribiendo sobre baloncesto y en lo pronto que decidió crear su propio periódico de «chismes para viejas» pocos años después. La idea de hacer una revista como ésta, en la que no existe la publicidad, viene de los años 80: «Queríamos hacer algo al revés y convertimos un medio de comunicación en un objeto de deseo pero sin pagar el “altoparlante” de la publicidad».

10.080 ejemplares

Le gusta escribir y confiesa que no sabría hacer otra cosa en la vida. Tras 35 años dedicado a colaborar con distintos medios como «La Nación» o «El País» decidió dedicar sus esfuerzos a hacer una publicación en la que el ánimo de lucro no fuera una cuestión determinante. Ha conseguido publicitar su revista haciendo partícipe a su futuro lector a través de su blog, también llamado «Orsai». A pesar de que creía que sus expectativas iniciales no superarían los 3.000 encargos de impresión bajo petición, acabó por publicar 10.080 ejemplares que espera convertir en 25.000 para su segundo número.

El dinero nunca fue un problema ni un pretexto ya que Casciari estaba dispuesto a perder hasta 100.000 euros, 25.000 por cada uno de sus cuatro números. El precio de su revista para cada lugar del mundo es distinto y responde a la suma de quince sábados consecutivos comprando el periódico en ese país en particular. El experimento ha salido bien: «Solo he tenido que poner 217 euros de mi bolsillo».

Casciari y su amigo Chiri tienen la intención de gestionar su propia editorial. En ella quieren refundar los principios editoriales que hasta ahora «han utilizado al lector como moneda de cambio» entre el editor y el autor. Su intención es mantener un equilibrio para compartir pérdidas y beneficios al 50%. Una nueva aventura en la que habrá ediciones en «papel, Ipad, tablet, y PDFs gratuítos».

Bajo el condicionamiento lógico de que surgirán muchos más cambios en la industria del ocio, el editor argentino recuerda que «este modelo solo sirve para aquellas publicaciones que tengan una coherencia “googleable”».

La revista publicará en total cuatro números en 2011 que constituirán una colección para fetichistas. «Mis lectores están enamorados de “Orsai.”– afirma convencido– La revista podría haber salido mejor o peor pero habría salido bien en todo caso». El secreto está en generar deseo en un momento en el que hay algo en la industria del ocio que está funcionando mal.

lunes, 24 de enero de 2011

Más antenas telefónicas en el barrio de los Metales

Los vecinos denuncian que ya existen 15 antenas de telefonía móvil en un radio de 500 metros

 Bloque de pisos afectado por la futura instalación de las antenas

La exposición a las radiaciones electromagnéticas que producen estas antenas y sus posibles efectos sobre la salud es un tema complicado y siempre polémico que ha divido a la comunidad científica internacional. Los vecinos están muy preocupados porque a unos 50 metros hay dos colegios, el «Tirso de Molina» y el «Placido Domingo», con 800 escolares de tres a doce años. Las AMPA de los centros educativos presentaron también sus quejas en la Junta de Distrito junto a más de 1.300 firmas y 500 alegaciones respaldadas por el Defensor del Menor. Según los afectados, los niveles de emisión que sufren actualmente las instalaciones escolares por culpa de las otras antenas superan las recomendaciones internacionales. Así, alcanzan los 0,88 V/m (voltios/metro) cuando las recomendaciones internacionales se sitúan en 0,61 V/m. Además, explican que las antenas van a estar orientadas de tal forma que, una vez instaladas, los niveles más altos de radiación electromagnética van a ser soportados por los dos colegios.
 
Los vecinos denuncian la pasividad del Consistorio
 
El Grupo Municipal de IU, a través de su concejala Raquel López, ha solicitado a la Comisión Informativa de Medio Ambiente que niegue la licencia para la instalación de la antena de telefonía móvil a la compañía Movistar ya que «la ley de Régimen Local prevé competencias municipales para estos casos». El Ayuntamiento ha argumentado que la decisión de aceptar o no la licencia depende exclusivamente del Departamento de Telecomunicaciones, algo que la Concejala de IU considera un simple «enredo administrativo porque por encima de las competencias está la salud de los vecinos y, por ello, el ayuntamiento de Madrid no debe ampararse en una presunta lealtad institucional para dar solución al problema». El Ayuntamiento, a través de Miguel Tuero, director general de Calidad, se ha comprometido a enviar a la Secretaría de Estado de Telecomunicaciones un escrito con las «inquietudes vecinales» por la instalación de nuevas antenas en el barrio. Raquel López ha afirmado que «hay tantos recursos como poca intención del Ayuntamiento de reconducir una situación que pone en riesgo la salud de los vecinos», algo en lo que coincide la Federación Regional de Vecinos de Madrid (FRAVM).

jueves, 13 de enero de 2011

«Hiroshima» de John Hersey

65 años después de la destrucción de  Hiroshima 
el reportaje de John Hersey sobre seis de sus 
supervivientes sigue siendo un hito del periodismo


Monumento memorial de la paz en Hiroshima

«Hiroshima» o la vigencia 
del nuevo periodismo

John Hersey recogió en este reportaje la historia
de seis supervivientes de la bomba atómica que 
arrasó Hiroshima

Tan solo seis vidas, seis historias bastan para reflexionar sobre la tragedia de la bomba atómica que el 6 de agosto de 1945 hizo parar los relojes de 150.000 vidas a las 8.15 de la mañana. Hiroshima se convirtió pronto en un nombre para justificar la barbarie de la guerra llevada al extremo de la devastación. No obstante la preocupación por la forma en la que se había llevado a cabo inundó los análisis, los estudios, las reflexiones, los informes. Poco espacio quedó para las historias y demasiado para el debate, que no debería siquiera haber tenido lugar. Incluso las imágenes han tenido poca importancia. Solo conmueven los premiados con el Pulitzer que seleccionaron una realidad demasiado dura y compleja como para sentir empatía por las víctimas. Sin embargo, tras aquellas imágenes de desorden y desesperación, había más personas que edificios derribados, había vidas, había muerte, había historias de superación e incluso esperanza. Todo aquello fue obviado y sepultado bajo la importancia de acabar con la guerra más escandalosa del pasado siglo.

         Un año antes de la aparición de aquel especial de «The New Yorker», el 31 de agosto de 1946, que recogió el artículo más famoso de su vida, Jonh Hersey fue premiado con el Pulitzer de periodismo por «La Campana de la Libertad», su primera novela sobre la ocupación militar estadounidense en una pequeña localidad italiana. El éxito de aquella primera obra no consiguió hacer sombra al que sería el reportaje más importante de su carrera. Un texto renovado hasta en dos ocasiones y que conllevó más de 40 años de investigación. Farragoso y complejo, «The New Yorker» reconocería años después que «Hiroshima» es el artículo más famoso publicado por la revista, además de uno de los hitos del  nuevo periodismo.

        Pero no es ahí donde radica su importancia, sino en el hecho de cubrir la inmensa laguna con la que se inició la vida tras la muerte de la Segunda Guerra Mundial. Un lapsus de memoria y de justicia que a menudo la distancia física y cultural suele favorecer, incluso, en la actualidad. Las malas noticias son un impacto de realidad que nos conmueven temporalmente pero a las que estamos demasiado acostumbrados y sobre las que, cada vez menos, nos solemos hacer preguntas. Son esas preguntas, en este caso sobre «Hiroshima», las que trató de responder John Hersey. Lo logró utilizando cuantos medios y técnicas dispuso en aquel momento, sobre todo valiéndose de la entrevista.

       Este género periodístico se convirtió en la forma más elemental de dar voz al testimonio de seis supervivientes -un oficinista, un médico, la viuda de un sastre, un sacerdote alemán, un joven cirujano y un ministro metodista- que distribuidos en cuatro capítulos bastan para ofrecer una panorámica visual y emocional ilustrativa de aquella situación catastrófica. El detalle, como hilo conductor, supone la esencia de esta obra. Hersey no recurre al sentimentalismo sino a dosis de hechos y de realidad carentes de justificaciones y de opiniones. Maestro en el uso del contexto, Hersey presenta  seis historias, que se entrelazan en algún punto, llegando a demostrar lo caprichosa que es la casualidad dentro de un desorden inconmensurable como fue el de la bomba atómica. Todo bajo un uso impecable del narrador omnisciente que apenas deja su huella en el relato.

La importancia del detalle

El texto se presenta bajo la fuerza que ejerce una estructura muy definida y cíclica en la que el factor tiempo resulta determinante. De este modo podemos observar los detalles de cómo transcurrieron los instantes previos, así como las primeras 24 horas posteriores al lanzamiento de la bomba «Little Boy» desde el «Enola Gay». También el devenir de los días siguientes y las consecuencias del desastre un año después. Por último, dentro de las dos revisiones antes mencionadas, expone un espacio temporal de más de 30 años en las que se explican «Las secuelas del desastre» sobre esas seis vidas hasta 1985, algo que también fue publicado en un especial de «The New Yorker».

       Entre los más críticos con este artículo se encuentran aquellos que consideran que Hersey nunca fue un gran prosista. Otros creen que este texto está plagado de datos y de cifras que pueden llegar a confundir al lector. Una precisión que en todo caso supone un mal menor y que, entre otras cosas, logró poner nerviosos a quienes tomaron la decisión de probar los efectos de aquellas bombas sobre la población de Hiroshima y Nagasaki dentro de aquel plan macabro para poner fin a la guerra apodado «Proyecto Manhattan».

       Pero si el texto en sí resulta interesante, no dejan de serlo también las reacciones que tuvo. La inmediatez con la que fue abordado el asunto por Hersey despertó el temor a una opinión pública contraria a los manidos «intereses nacionales de Estados Unidos». Truman, Reagan o Stimson (secretario de Guerra entonces) vieron en el especial de «The New Yorker» un ataque contra dichos intereses. 

Una apuesta arriesgada

Pocos meses después de su publica<CW-40>ción, bajo la urgente necesidad de controlar una opinión pública escandalizada, Stimson sacaría a la luz un texto publicado bajo el título de «La Decisión de usar la Bomba Atómica» como respuesta oficial a las incómodas revelaciones de Hersey. En él, Stimson le dio al mundo la tranquilidad moral de saber que la bomba atómica sirvió «para salvar vidas»
 
       La apuesta de «The New Yorker» por dedicar todo un número a la publicación de un artículo es en la actualidad una osadía que los medios no se atreverían a asumir. Falta espacio y tiempo y sobran estudios de mercado y reflexiones en términos económicos. Algo que sin duda acaba por desvirtuar el sentido de un periodismo a medio y largo plazo en el que las historias evolucionen y en el que se pueda atender a un pasado, a un presente y a un inesperado futuro. No se sabe, sin embargo, qué cantidad de lectores apostarían por este tipo de reportajes densos (informativamente hablando) en un momento en el que premia la brevedad, la inmediatez y la fugacidad de los hechos. ¿En qué posición queda el valor añadido del tiempo que supone analizar los hechos con cautela? La inmediatez de Hersey fue únicamente para ponerse a trabajar y obtener datos e información. No tuvo prisa en vender sus resultados, tampoco la tuvo «The New Yorker» para comprárselos. Solo  cabe pensar en que un reportaje de estas características está condenado a existir fuera de las publicaciones periódicas bajo la forma de libro de bolsillo que, aunque resulta una apuesta económica más arriesgada, presenta unas expectativas de beneficio muy superiores.

       Sin embargo hoy sabemos que «Hiroshima»  de Jonh Hersey se ha convertido en una obra inmortal e internacional. Una obra que supo renunciar a la futilidad de los símbolos, de las imágenes generales asociadas al dolor, de las preguntas sin sentido, de la abstracción y de los juicios morales. Se trata de una tarea periodística en el más estricto sentido de la palabra, que sirvió para informar sin vulgarizar. Un trabajo ingente sobre un hecho como Hiroshima, vergonzoso para al hombre, pero que nos recuerda la importancia de la máxima de que “El hombre que olvida su historia está condenado a repetirla”.

lunes, 10 de enero de 2011

Entrevista a Alfonso Muñoz Muñoz, experto en seguridad informática

«El activismo en la red va a ser mucho más fuerte en los próximos años»



Wikileaks ha alcanzado un punto crítico.La guerra ha pasado de los cables secretos a lo que algunos han definido como «ciberactivismo en la red»

La detención de Julian Assange ha devenido en reacciones inesperadas en la red que requieren del análisis experto de un profesional en seguridad informática. Internet y las redes sociales han sido testigos de una revolución sin precedentes en la que la batalla tecnológica ha dejado varios heridos. Las empresas que han retirado sus apoyos a Wikileaks han sido atacadas por improvisados hackers en sus páginas web institucionales bloqueando parcial o totalmente sus servicios.Visa (de la que se publicaron datos confidenciales en Twitter), Mastercard, PayPal o Postfinance, la filial bancaria del servicio postal suizo que anunció el lunes pasado haber cerrado la cuenta del fundador del Wikileaks, han presentado problemas de acceso a sus páginas web. La ofensiva, bautizada por el grupo activista Anonymus como «Operación Payback» (Venganza), dio comienzo en un foro público sobre seguridad informática.

Algunos expertos han afirmado que el activismo a favor de Wikileaks en internet es viral. Usuarios de todo el mundo se han interesado en propagar ataques de negación de servicio (DoS) para colapsar las páginas web de instituciones como la Fiscalía Sueca, perseguida por dictar la orden internacional de extradición de Assange por presuntos delitos sexuales.

La oleada de transparencia que ha dejado al desnudo la diplomacia internacional ha vertido luz sobre los motivos por los que estas empresas retiraron sus apoyos a Wikileaks, pero también sobre el cada vez más frecuente activismo en la red.

Alfonso Muñoz Muñoz es Doctor Ingeniero de Telecomunicaciones por la UPM, en la que trabaja como investigador experto en la seguridad informática. También es colaborador de CRIPTORED, una web temática de criptografía y seguridad en la red.

—¿Es correcto hablar de guerra informática?
—Quizás sea más preciso hablar del concepto de «ciberguerra», un término que ha cobrado especial relevancia en la primera década del siglo XXI como aquel conflicto que se centra en las tecnologías de la información, en lugar de en los campos de batalla convencionales.
En teoría, una «ciberguerra tradicional» consistiría en un conflicto entre dos o más países que se desplaza del mundo físico al mundo virtual. En la actualidad, de forma errónea, se ha apuntado al nacimiento de una ciberguerra por los sucesos acontecidos por la actividad de Wikileaks o el grupo activista Anonymous, aunque esto no es cierto.

El concepto de ciberprotesta o ciberactivismo podría definir mucho mejor lo que está sucediendo en internet.

—¿Qué es y cómo funciona un ataque de denegación de servicio (ataque DoS)?
—Un ataque de denegación de servicio, o mejor dicho «de negación de servicio», hace que un servicio o recurso sea inaccesible. Normalmente se provoca la pérdida de la conectividad por agotamiento del ancho de banda existente o explotando vulnerabilidades que hagan que la información en el servicio atacado tarde mucho en procesarse o descartarse.

Clásicamente, los ataques DoS persiguen la pérdida de productividad (mediante extorsión en ciertos casos), defender fines ideológicos (por ejemplo ataque a la SGAE a través de «4chan») o dañar la reputación de una empresa.

Existen diferentes formas de ejecutarlos. Hoy día los más típicos suelen ser realizados a través de «botnets», es decir, redes de miles de ordenadores esclavos («zombies») para realizar peticiones contra un objetivo, o por convocatorias en las que cientos o miles de personas realizan el ataque normalmente con herramientas automatizadas.

Ataques ilegales
«Cabe destacar que este tipo de ataques 
son acciones ilegales con consecuencias penales»
—¿Qué opinión tiene sobre el grupo activista Anonymous, promotor de esta acción?
—Actualmente los ataques informáticos, entre ellos los ataques DoS, están cada vez más tipificados en los códigos penales de cada país. Cabe resaltar que este tipo de ataques son acciones ilegales con consecuencias penales. Tan ilegal es utilizarlo para atacar instituciones como que gobiernos los usen para atacar a grupos «ciberactivistas».

Dejando a un lado lo anterior, este tipo de acciones realizadas por el grupo Anonymous, en tanto que se realizan contra objetivos concretos en pro de la difusión de información y la neutralidad de la red, levantan ciertas simpatías.

—¿Están preparadas las instituciones públicas internacionales para este tipo de ataques?

—Depende del tipo de ataque. Habitualmente las instituciones o empresas que desean proteger la disponibilidad de sus servicios deberían invertir cantidades de dinero importantes para eliminar o mitigar ataques DoS. Existen técnicas y programas para minimizar estos ataques, por ejemplo mediante dispositivos en una red informática de seguridad perimetral. Todas estas técnicas intentan identificar las fuentes de donde se reciben los ataques y aislarlas.

El verdadero problema está en los ataques DDoS, es decir en los ataques de negación de servicio distribuido, como es el caso. En función del número de fuentes involucradas que envíen peticiones y la distribución de estas fuentes, no se conoce un procedimiento eficaz para mitigar este ataque. Es más, en ocasiones un proveedor de acceso podría decidir «desconectar» una web a la que da alojamiento si considera que no puede mitigar el ataque DDoS al que está siendo sometida ya que podría perjudicar a otros servicios proporcionados por ese proveedor.


—Con los datos de los que disponemos, ¿se puede hablar de caos en la red?

—En absoluto. Son ataques sobre objetivos específicos y limitados en el tiempo. En el mundo ciberactivista estos ataques DDoS contra estos objetivos suelen verse como una «sentada digital» frente a las empresas o instituciones que de manera poco democrática realizan acciones para impedir la libertad de la información en Internet o su neutralidad. Es una acción temporal que de un manera sencilla afecta a la disponibilidad y permite llamar la atención a la opinión pública sobre un hecho determinado.

Sentada digital
«En el mundo ciberactivista estos objetivos suelen
verse como una sentada digital contra las empresas o las instituciones » 
—Haga una reflexión personal sobre el asunto Wikileaks y sobre los ataques informáticos a estas instituciones.

—Wikileaks es una organización opaca, con lo que ello implica en contradicciones. Por un lado defiende la difusión de información y, sin embargo, no quedan claros sus intereses reales: quién o quiénes la forman y quién la financia. La desinformación sobre esta organización en la red es total.

Independientemente de estas cuestiones, Wikileaks ha realizado un par de cosas de manera muy acertada. En primer lugar ha sido capaz de difundir información veraz, ha sacado partido de medios de comunicación tradicionales para dar seriedad e interés a la información. Por otro lado ha sabido centrar la atención en la persona de Julian Assange. Lógicamente, Wikileaks no es Assange pero es una cabeza visible, supongo que en el futuro prescindible, que siempre libera de presión a los miembros de un grupo.

Y ante esto lo cierto es que los acontecimientos se están acelerando y han establecido un punto de inflexión. El activismo en la red va a ser mucho más fuerte en los próximos años y no es disparatado pensar que ciudadanos de a pie, sin conocimientos informáticos, participen en futuros ataques DDoS a modo de «sentada digital».