lunes, 31 de enero de 2011

El tiempo de Mubarak se ha agotado para los egipcios

Los manifestantes reclaman la creación de un gobierno de coalición y una nueva constitución

Algunos manifestantes rompen un cartel con la foto de Mubarak 

ADRIAN DELGADO | La revolución iniciada el martes 25 de enero ha concentrado el hartazgo acumulado por los ciudadanos ante un régimen incapaz de atender las necesidades sociales de un país sumido en el caos político y económico. Miles de egipcios han roto su silencio. Mhamoud es uno de ellos. El 28 de noviembre del año pasado sus esperanzas de cambio se diluyeron en unas elecciones (bajo sufragio obligatorio) más que polémicas. Hace tan solo unos meses decía, no sin cierto temor a ser escuchado: «A ver si de una vez por todas “nuestro querido” presidente Mubarak se va». Mhamoud tiene 43 años y es egiptólogo. Es musulmán, está divorciado y tiene una hija pequeña a la que se ha visto obligado a llevar a una escuela privada ante la deficitaria educación pública egipcia (33,1% de analfabetismo). Siempre ha estado en contra de cualquier tipo de radicalismo y su grado de indignación contra Mubarak no ha parado de crecer desde que tomó el poder en 1981.

Mhamoud acudirá hoy a la gran protesta organizada por los opositores de Mubarak: «La marcha del millón de personas». La oposición liderada por El Baradei, premio nobel de la Paz, quiere demostrar su fuerza y volverá a llenar las calles de El Cairo para pedir una nueva constitución y un gobierno de coalición. La gente está esperanzada ante su llegada y la pérdida relativa de apoyos internacionales que está  sufriendo Mubarak.  Reciben las últimas noticias con cuenta gotas pero la gente sabe que Alemania y EE.UU, socios con alto interés geoestratégico en la zona, han solicitado una transición ordenada. Un orden que Egipto no tiene desde hace años.

Nada se rige por ningún tipo de patrón: ni la política, ni la economía ni las necesidades sociales. El desempleo afecta al 9% de la población y el 90% de los jóvenes nunca ha tenido un empleo estable. Egipto está anclado en el caos de la corrupción política y de las regalías de Mubarak a su familia. Hace unos años cedió a su hermano islas en el Nilo para que construyera hoteles y viviendas que  aún están sin acabar.

Mubarak siempre ha tratado de combinar el poder con el equilibrio de fuerzas. Un ejemplo se encuentra en la reforma constitucional de 2005 que permitió que se presentaran partidos opositores a las elecciones por primera vez desde que tomó el cargo en 1981. Sus opositores siempre se han quejado de que llegó en unas condiciones muy particulares. Sin el refrendo de la población tomó las riendas del país de forma automática en 1981 cuando el presidente Anwar el Sadat fue asesinado por musulmanes radicales por haber firmado un acuerdo de paz con Israel.

La mano dura de Mubarak contra el comunismo y el islamismo radical supuso la llave del acercamiento a occidente encontrando en EE.UU su principal  apoyo económico, armamentístico y financiero. Sin olvidar que Egipto es el único aliado árabe de Israel  junto a Jordania.

La voz de los egipcios
«A ver si de una vez por todas
“nuestro querido” presidente Mubarak se va»

Mhamoud se lamenta de que nadie «venga a ver el Egipto actual porque nadie es consciente de la realidad social de mi país». Los grandes hoteles y las grandes obras públicas no son un buen indicativo para medir el desarrollo real de Egipto. Su crecimiento desordenado le llevó a acometer reformas para atraer las inversiones extranjeras. Su inflación se sitúa hoy en el 12% y su sociedad vive bajo dos velocidades muy diferenciadas. Un ejemplo: frente a la ostentosidad de uno de los centros comerciales más grandes del mundo, El Stars Center de El Cairo (750.000 metros cuadrados, 7 plantas, 6.000 plazas de aparcamiento), se encuentra la pobreza inmediata de las calles sucias y destrozadas de sus alrededores.

Amnistía Internacional lleva denunciando desde hace años la ausencia de derechos humanos. Varias comisiones de la ONU y de Freedom House lo han certificado, sin embargo la explotación infantil en las fábricas de alfombras, los miles de desplazados de las «zonas inseguras» que cada año se quedan sin hogar, los periodistas y ciudadanos censurados, los homosexuales castigados, las minorías religiosas discriminadas o los represaliados políticos siguen estando a la orden del día.

Las libertades de expresión, reunión y participación no son más que una quimera. El jueves 27 el presidente ordenó el apagón de Internet(la gente se comunica con el exterior gracias a las conexiones furtivas a French Data Network, el único proveedor de Internet actualmente), el cierre de cientos de blogs ciudadanos y de la cadena de televisión «Al Yasira».

El papel clave del Ejército

Es el único capaz de decidir el destino de Egipto. Nadie confía desde hace años en la policía. La mayoría del Ejército ha considerado legítimas las reclamaciones de la población.Mhamoud cree que su posición es cada vez más afín a la revolución. Los militares han decidido no usar la violencia ante el salto sistemático de los toques de queda impuesto por Mubarak.

Egipto vive momentos de crisis. El cambio espera ansiosola salida Mubarak en la Plaza de Tahrir (de la Liberación). Toda su familia ya ha huido a Londres. No obstante, Mhamoud recuerda que esta crisis siempre ha estado latente, como la pobreza y el hambre. El aumento continuado de los precios de los alimentos junto al temor de los más críticos a que Mubarak estuviera preprando a su hijo Gamal para la sucesión,creando una dinastía de gobernantes, dispararon definitivamente una revolución  que se dirimirá en los próximos días.El tiempo de Mubarak se ha agotado para los egipcios.

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