jueves, 28 de abril de 2011

La otra noche de los libros

«Mientras leo, me evado y no pienso en las cosas malas.
Enla calle no hay otra cosa que hacer»

ADRIÁN DELGADO| Aún es de día pero «La Noche de los Libros» comenzó hace un par de horas. El Madrid - Barça no ha evitado que Neptuno esté tan concurrido de gente como otros días. En las aceras del Hotel Palace, en la plaza de Cánovas del Castillo, un hombre lee sentado encima de dos ladrillos superpuestos. En sus manos tiene un libro de cubierta roja y negra titulado «La Historiadora», de Elisabeth Kostova. Se llama Juan José, es madrileño, tiene cincuenta y cuatro años y vive en la calle desde hace catorce. Sólo levanta la vista del papel cuando alguien le echa alguna moneda en su vaso o cuando pasa alguna mujer que le gusta.

          Hace dos años dejó la heroína y la coca. Se enganchó en Melilla cuando tenía dieciséis años, mientras hacía la mili en La Legión. Un día decidió quitarse el mono para siempre. Dice que lo consiguió gracias a ser un cabezota. Ahora sólo toma metadona, pero también la quiere dejar. La toma por las tardes en Legazpi y después va a su parada siempre,–debajo del gran letrero del Palace– y lee. Ésta es su rutina desde hace cinco años.

          «No me gustaba leer, pero un día vi unos libros entre unos contenedores y uno de ellos me llamó la atención», afirma. Entre el montón de libros escogió uno sobre extraterrestres escrito por el escritor suizo Erich von Däniken. La experiencia no le entusiasmó. Sin embargo, un mes más tarde cogió de nuevo un libro sin saber por qué y desde entonces no ha parado de leer. «Mientras leo me evado y no pienso en las cosas malas. En la calle no hay otra cosa que hacer», dice.

          Justo antes de desengancharse estuvo un año en prisión por robo. De aquello no se siente orgulloso. Cree que la cárcel no ha cambiado en nada su forma de ser. «Cometí una estupidez y pagué por ello, pero la cárcel no enseña nada: es una escuela de delincuentes», comenta. Allí leía mucho porque aprovechaba la biblioteca al máximo. Confiesa que la lectura para él se ha convertido en una pasión necesaria.

          Le gusta la narrativa. La poesía no le convence aunque reconoce su valor. A Juan José le interesan las historias y todo aquello que se escape a la razón humana. Las novelas de ovnis le atraen mucho, pero también teorías religiosas al margen de lo establecido: «Me gusta saber lo que esconde el poder, la Iglesia».

          Es exigente con la calidad de los libros y si no le enganchan deja de leerlos. Los consigue porque la gente se los regala o se los presta, pero de vez en cuando se compra alguno gracias al dinero que recibe de su pensión por invalidez. Tiene un ojo ciego por culpa de un accidente durante una persecución policial. La prestación por minusvalía apenas sobrepasa los trescientos euros, pero él dice que son suficientes para comer, vestir, leer y fumar. Sólo le gustaría cobrar un poco más para alquilar una habitación. De momento duerme con un saco y una manta en una calle próxima a la Iglesia de los Jerónimos. «Cada noche antes de acostarme leo quince páginas, después me quedo frito», cuenta. Dice que la gente le respeta y que nunca tiene problemas. Solo sufrió una agresión en la calle mientras dormía hace cuatro años.

          Lee de media un par de libros cada semana, aproximadamente unas ochocientas páginas. Le cuesta recordar los títulos, pero hay uno que no ha podido olvidar: «Paz Gracias al Terror», de Hugo Portisch –una novela sobre la Guerra Fría y los arsenales de «la carrera atómica»–. Es el libro que más le ha gustado de todos los que ha leído. Son muchos. Lo piensa y no acierta a dar una cifra aproximada. De ellos dice aprender todo lo que el mundo oculta y fantasea desarrollando teorías conspiratorias sobre asuntos internacionales como el 11-S o sobre la crisis económica: «Para mí no hay crisis. En España no se pasa hambre, todos los días se tira pan».

          En su mochila tiene preparados los dos siguientes: «Los Evangelios según Jesucristo», de Saramago; y «La Conjura de los Necios», de John Kenedy Toole. Nunca ha repetido lectura aunque confiesa que con éste último hará una excepción porque ya lo leyó y le gustó mucho. También comenta lo que no le agrada, como por ejemplo la saga de «Caballo de Troya», de J.J. Benítez y los autores españoles en términos generales.

          Tiene familia y se ha apartado de ella voluntariamente. No ve a su hijo de treinta y cinco años desde hace diez, aunque a su padre lo vista con frecuencia. Cuando lo hace aprovecha para asearse y lavar su ropa: «Él dice que me quede a dormir, pero yo ya no sé convivir», comenta. A veces se queda bloqueado mentalmente y suele recurrir a la comparación con algún libro para salvar la situación. También lo hace con las películas pero cuenta que hace mucho que no ve una. La última fue una de «Terminator».

          Dice que en la calle se perciben muchas cosas. Sabe que hoy es «La Noche de los Libros» aunque no lee prensa ni consulta otros medios de comunicación. Sin embargo, para él hoy es un día más. Un día de lectura. «Mi ojo se cansa, pero yo no me canso de leer», sentencia Juan José. Antes de retomar la lectura añade: «De la calle no está libre nadie». Después continúa leyendo su libro «La Historiadora» sobre la vida del Conde Drácula. Esta noche no hará nada especial. Su marcapáginas, un flayer de una discoteca de la zona, marca el inicio de un párrafo que dice: «Cuando terminamos Hellen salió a fumar un cigarrillo». Él ya está fuera y consume la última calada de un pitillo mientras sigue su lectura. Está noche es «Hellen» con quién Juan José se irá a dormir.

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